En los países de la OCDE, el 59% de los estudiantes se preocupan por tener dificultades en las clases de matemáticas y uno de cada tres estudiantes se siente ansioso por resolver un problema de matemáticas. En 2019, en Francia, según la encuesta nacional CEDRE, el 42,4% de los alumnos tienen un dominio deficiente de las matemáticas, o incluso grandes dificultades al final de la escuela primaria. El miedo y el sentimiento de impotencia que puede provocar esta asignatura, muchas veces percibida como abstracta o hermética, suelen desanimar a los estudiantes.

Las matemáticas son una disciplina incremental: cada nuevo conocimiento se basa en conocimientos previos. Para Carina Louart y Florence Pinaud, autoras de C’est mathématiques (Actes Sud, 2014), «Las matemáticas son como una escalera. Hay que tener los pies bien puestos en un peldaño para pasar al siguiente». Por eso, las desigualdades aumentan desde el primer ciclo. Quienes no dominan los conceptos básicos al finalizar la primaria se pierden en la secundaria. El primer ciclo es la etapa más estructurante de la escolarización, aquella en la que aprendemos a demostrar y construir razonamientos. Por eso, hemos optado por dirigirnos sobre todo al profesorado y al alumnado de primaria (5-11 años).